miércoles, 25 de junio de 2008



Rezaba la leyenda en portugués “Alegria não tem fin” sobre las camisetas especiales del 33º Campeonato, recién conseguido. Es que la alegría contenida del pueblo millonario se había hecho esperar demasiado, y estalló con el sufrimiento habitual de los perseverantes y triunfadores. River ya había realizado su labor: ganar su partido por 2 a 1 ante Olimpo y restaba que Colón le diera una manito. El conjunto santafesino le empató a Estudiantes y el Monumental se tiñó de fiesta, una vez más, después de cuatro años que parecieron ser cuatro lustros, para un pueblo tan amigo de las conmemoraciones a mitad o fin de año.Los jugadores tuvieron su premio merecido, merecidísimo, después de tanto esfuerzo, tanto trajinar. Llegó el desahogo tras el pitazo de Héctor Baldassi en el estadio Ciudad de La Plata y la fiesta se desató en Núñez. Y vino la vuelta olímpica, y Ariel Ortega, ese ídolo perpetuo que tiene nuestra institución, levantó el trofeo y todo el plantel, junto al Cuerpo Técnico, pudo gritar campeón. Pero este fue el desenlace de un trabajo bien formado, alimentado día a día y que tuvo a varios intérpretes como principales responsables del nuevo logro.

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